jueves, 13 de agosto de 2015

¿Nervios?... ¿Quién dijo nervios? ¡Es terror!


"Grumpy, otra bloguera amiga, me pidió, hace tiempo, que describiera  como era el proceso previo a la inauguración de una exposición y aquí están las líneas que escribí para su blog, que es muy interesante y, por supuesto, debéis visitar en cuanto podáis. An old grump and a beautiful person




Al  pensar como es este proceso lo único que piensas es: esta,  es la última que hago, claro que siempre es a boca cerrada, pero con un gran grito interior. Para mí, el proceso empieza un año o dos antes, por ejemplo  la que previsiblemente tendré en Mayo de 2016 se está preparando desde ¡octubre de 2014! 
Visitar las salas disponibles, presentar un proyecto atractivo (esto es lo más aburrido, ya que es meramente burocrático, trabajo administrativo y de impresión), decidir lo que me gusta y lo que no me gusta, etc. Claro, que antes de este trabajo de secretario, hay que tener preparada una colección que te convenza, cosa que suelo empezar a dibujar, mentalmente, entre 8 y 20 meses antes de exponerla. Es el caso de la colección “Fósiles del Planeta Gavín”, que empezó a hervir en Abril y vió la luz en Octubre, fue ¡todo un récord. ¡Seis meses!  Otro récord ha sido mi trabajo para  El Celler Bernaví  se gestó en solo un mes, ¡¡pero un mes de más trescientas horas de trabajo!!
Una vez tengo la obra, tengo la sala y pongamos que  quedan un par de meses para inaugurar, por ejemplo; hay que enmarcar la obra, esto es fácil, ya que siempre empleo el mismo marco para simplificar y unificar la sala. Pero... ¿Qué paspartout será el adecuado? Nimiedades, cierto, pero es otra  elección más. Resuelto esto viene la confección del título de la obra, aunque a veces el proceso es al revés, para ese paso no hay método ni orden, primero el título y a través de él, la obra.

Llega la fase del embalaje. ¡Es el reinado del caos! Más o menos con un mes de antelación abarroto nuestra casa de cajas de cartón plegadas, que luego servirán junto con el papel de burbujas, las cantoneras y el papel de embalaje para que la obra llegue entera a la sala.  Penúltima fase: toca transportarlo todo. En un principio abusaba de mis amigos, con el tiempo he terminado por contratar un transporte, que a veces pago yo y a veces paga la la sala, aunque esto último cada vez es menos frecuente. La excusa: ¡¡la crisis!! Siempre hay una crisis... 
La preparación de las cartelas es uno de los trabajos no sólo más aburridos sino también más difíciles. Han de quedar legibles, elegantes y, por encima de todo, sin erratas o faltas ortotipográficas. Elegir la fuente, el color, el fondo, imprimirlas, cortarlas, pegarlas en el cartón pluma y, por último, cuando la obra esté colgada, colocarlas con mimo para que queden todas lo más simétricas posibles. Este proceso sucede unos días antes.





Entramos en la recta final. ¡Por fin ha llegado la obra a la sala! Comenzamos  con el montaje. Siempre exijo técnicos de montaje. Si el equipo es bueno, el montaje es una delicia, si es malo mi estado mental y físico acaba más próximo de entrar en un cuarto de críticos de urgencias que al aspecto estupendo que debes tener  un artista al inaugurar una exposición.
El día previo al evento lo ocupa el montaje de luces. A estas alturas ya llevo varios días con graves problemas intestinales que aquí no voy a describir... ¿Dormir? ¿Qué es eso? Y por fin el día "D", (bueno, el día "I", de inauguración). Últimos retoques, dudas. En cierta ocasión, en una de mis exposiciones la mañana antes desmonté una pared con 22 cuadros que guardé en el almacén de la sala para montar en esa misma pared solo tres obras de otra colección. La inquietud se transforma en angustia vital ¿Vendrá algún invitado esta tarde? ¿Gustará el vino? ¿Habrá suficiente? Es un sinvivir: la obra está colgada, la sala iluminada, el cóctel a punto, los primeros invitados entran y  a pesar de el apoyo de mi marido, a pesar de los amigos e invitados, la soledad que me embarga es tan grande y vacía que es indescriptible.



Y  el miedo, se disimula tras la sonrisa.

Tú eres tu obra.  Decía el gran Gustav Klimt.  «Si alguien quiere conocerme, que mire mis cuadros». Y tenía razón, en ellos está reflejada toda tu alma. Estás indefenso y totalmente desnudo. Paréntesis de vacío absoluto. Espero que al menos el público sea benevolente. ¿Vender? Bueno eso está bien, muy bien, una exposición genera muchos gastos..., pero vender a veces no es tan importante. Los artistas somos seres débiles, exhibicionistas e inseguros, (al menos yo),  y necesitamos un abrazo, una palmada y un visto bueno para seguir adelante.
                                           
Se va el público, se apagan las luces, cierran la sala y te preguntas ¿Y ahora, qué?"

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